Nosotros, como muchos otros, quisimos ser los dioses del amor.
Digo 'quisimos' porque nuestros intentos fueron mucho más profundos de lo que todo el mundo cree; entrábamos y salíamos de nuestras vidas para ahogarnos por minutos en delicados y extravagantes encuentros, mayoritariamente fallidos, concluyendo, en varias ocasiones, en estados poco recomendables para el resto de seres que caminan por el mundo.
Claro que él...
es diferente, y eso lo convierte (para mí) en el dios del amor número uno.
¡Nosotros necesitábamos ser reconocidos!, tener la convicción de que el resto del planeta estaba al tanto de nuestra particular y única relación, queríamos deshacer los pilares anticuados y nombrarnos dioses existenciales, más reales, sin duda alguna, de los que uno encuentra en la tele o en las revistas.
Tengo que admitir que pasaron meses y hasta años de auténtica espera, en los cuales el amor que nos entregábamos venía en tubos de 10 ml. y se repartía a partir de un cuenta-gotas de plástico blando que ciertas personas habrían armado en alguna fábrica oriental.
Visto de esta forma, cualquiera piensa que vale la pena,
así que tuve que mirarme al espejo y resignarme, dejándome, así, a la deriva,
esperando convertirme
en su diosa del amor
particular.
jueves, 18 de febrero de 2010
Posted by dicho por
infinita
en
19:47
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