viernes, 10 de septiembre de 2010


La última vez que estuve aqui sentada iba a encontrarme con el individuo del amor número uno.
El individuo del amor número uno o el dueño de mis pensamientos o el ladrón de sonrisas efímeras, no sabe de amor.
Quiero decir, sabe hablar de amor. Conoce la definición y la técnica del amor. Pero cuando llega la hora de la práctica y de sentir en carne propia lo que el propio amor representa, se asusta y no se deja conocer.
Entonces yo lo baño a gritos. Lo tiño a gritos.
Le pido que venga conmigo, que yo puedo mostrarle varios caminos, me refiero, complementarios, interesantes, aventureros.
Entonces lo miro. Lo miro porque sabe. Porque él si sabe.
Lo miro porque es capaz de encontrarme, el único capaz de aprenderme.
Como ningún otro.
Eso si. Como ningún otro.
La última vez que estuve aqui sentada no sentia que perdia el tiempo. Pero eso una nunca lo sabe.
Hasta después. Hasta que pasan las semanas como baldes de agua fria o como charcos profundos de barro, que pisaste sin querer por no ir mirando el suelo.
Y eso que yo siempre miro por donde camino.
Aunque también suelo decir que tengo debilidades. Pocas o escondidas, pero tengo.
Después de ese dia no volví a cantar y no por tristeza, no señor.
Por asco.
Porque cantar me recuerda a él. Aunque ahora pienso que si cantara bien, seguiría cantando.
Pero eso, esta claro, es otro tema aparte.
Realmente, la última vez que estuve aqui sentada, no hacia tanto frio como ahora.
Lo esperaba.
Como nunca espero a nadie.
Lo esperaba como si las palabras se me cayeran de la boca y necesitara soltarlas al aire.
Con ansia.
Y no crean que no vino, no.
Tarde, pero llegó.
Lo vi entonces casi a cámara lenta. Caminando como dueño y señor de su entorno.
Si, asi es. Así me conquistó.
Y sonreía porque sabe. Porque él si sabe. Porque domina y atrae y seduce y domina.
Y si no fuera bruto, cansino, aburrido, cabezota, testarudo, si no fuera a la vez tanto tierno como idiota, tanto dulce como sucio, tanto desastre como divertido, si no fuera alguien construido para mí y no para otra,
no estaría ni por quinta ni por sexta, ni por segunda ni por tercera
vez
sentada esperando a chocar con la casualidad, o no tan casualidad, de nuestro encuentro.
Si no fuera porque es el único capaz de soltarme a la deriva y encontrarme, aprenderse mis rincones y secretos de memoria, cantarme algo mal cantado y que suene a gloria,
y si no fuera, si él no fuera,
mi pasado continuo tocando a la puerta
podría, sin más, (te juro que) sin más,
dejarlo marchar.

Posted by dicho por infinita en 8:05
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